¿Y con los culpables del desfalco qué han hecho los gobiernos?
Los planes de recuperación de la crisis financiera que estalló hace un año con la caída de Lehman Brothers han costado cinco billones de dólares a las economías del mundo y seguiremos manteniendo esa enorme inversión durante muchos meses más. Así lo admitieron los ministros de Economía del G-20 el pasado 4 de septiembre.
Ese dinero, por una u otra vía, ha salido de los estados que han tenido que socorrer a bancos, aseguradoras y empresas para evitar que el tsunami originado en EEUU y agravado en lugares como España por la crisis del ladrillo nos llevara a todos por delante. Moneda a moneda, ha salido de los bolsillos de miles de contribuyentes que nunca supieron qué era una “prime”, ni una “subprime”, ni los ninja, ni los MBS o titulizaciones, conduits y otros nombres estupendos que sonaban más estupendo aún si eran en inglés o apócopes.
El sentido común, las tragaderas, el miedo y las prestaciones que nos ha dado el denostado estado del bienestar, que con tantas ganas se quisieron cargar los organizadores de esta gran crisis, nos ha ayudado a soportar la situación, pero ¿alguno de los culpables de la gigantesca estafa ha pagado su ambición, falta de moral y vergüenza? ¿Qué han hecho los gobiernos al respecto?
Un puñezato sin KO
Fue Vicky Ward, una periodista de CNBC, Vanity Fair y Huffingtonpost quien proporcionó la primera y primitiva satisfacción a miles de ciudadanos honrados y estafados en todo el mundo, al desvelar que un empleado de Lehman había disparado su puño contra Fuld en el gimnasio particular del famoso banco de inversiones, cuando se enteró de la quiebra.
Nunca se supo el nombre de aquel envidiado empleado que durante muchos días se convirtió en el héroe de miles de personas, por incorrecto que fuera lo de intentar partirle la cara a un tipo prepotente, insoportable, pretencioso y loco por el poder y el riesgo, aunque ese tipo sea un tal Richard Fuld, consejero delegado de Leman Brothers, un banco de inversión con más de un 150 años de historia. Se ha constatado que al día siguiente de la quiebra, Fuld llegó a su despacho y vendió más de dos millones de acciones de Lehman, por las que obtuvo 525.000 dólares.
La alegría por el puñetazo a semejante personaje duró poco en la huerta de los pobres cabreados ante tanta desfachatez. Ese mes de octubre se supo que los ejecutivos de otro buque insignia de la economía de EEUU, la aseguradora AIG, la más grande del mundo y en la que el gobierno norteamericano acababa de gastar 85.000 millones de dólares para evitar la quiebra, se habían ido de farra a un spa de lujo en California, por la ‘razonable cantidad’ de 440.000 dólares.
¿Qué ha sido de estos tipos un año después?
Sobre el arrogante Fuld, Dick para sus amigos, el pasado mes de abril se supo que trabajaba en la firma Matrix Advisors, dedicada a asesoría financiera, junto a otros dos viejos colegas. Desde que declaró ante el Congreso estadounidense que “no entendía” cómo había conducido a la quiebra a Lehman, convirtiendo así al banco en protagonista de la bancarrota más importante de la historia de los EEUU y llevando “toda la vida sobre mi conciencia” ese fracaso, poco se sabía de él. Este fin de semana, The New York Times recogía los comentarios de algunos amigos de Fuld, quienes aseguraban que había quedado triturado por el caso Lehman, y se había escondido durante meses en sus casas de Florida y de Idaho. Aunque su residencia habitual está en Connecticut, mantiene su rancho en Sun Valley (Idaho), por cuyos alrededores ha paseado su tristeza estos meses. Y, por supuesto, conserva la citada casa en Florida, con sólo 1.000 m2y por la que pagó 13,75 millones de dólares en el año 2004.
Tal día como hoy, Fuld era el tipo que estaba en el punto de mira y a quien todavía no habían partido la cara, pero su caso fue sólo la punta del iceberg de la desvergüenza de la mayoría de todos estos altos cargos, una generación de ambiciosos de poder —dinero lo tenían todo— y reconocimiento sin barreras. Pero unos días después, a Fuld le acompañó la foto de Joseph J. Cassano, ejecutivo numero uno de AIG, la mayor aseguradora del mundo, a la que la administración Bush ya no pudo dejar caer.
A Cassano se le ha llegado a apodar ‘el gran jugador del casino’. Él y su gente esparcieron por todo el mundo millones de seguros de crédito de AIG que eran humo. Su equipo fue el inventor de otra de las palabrejas de la crisis: los CDS o credit-default swaps . En la actualidad, según cuentan en Wall Street, Cassano ha apostado por el perfil bajo, mientras se defiende contra las denuncias de los accionistas de la aseguradora. Pero como le acusan los abogados de esos accionistas, se ha enriquecido en cantidades desconocidas a costa de sus modernísimos productos, tan modernos que eran transparentes.
El G-20, calladito
Durante estos 12 meses, los gobiernos del G-20 no han hecho nada real-sí muchos anuncios- ni para regular los mercados, ni para cambiar la estructura del capitalismo salvaje que nos llevó a esta situación, ni para lograr que los Fuld o los Cassano no se vayan ‘de rositas’, porque de acuerdo con los sistemas jurídicos actuales, efectivamente son los tribunales quienes deben de juzgar sus presuntos delitos.
Y mientras la justicia actúa, en los últimos meses ha sido el presidente francés, Nicolas Sarkozy, quien ha sabido rentabilizar mejor el cabreo de los europeos y los americanos contra la impunidad de los delincuentes de cuello blanco. Así por ejemplo, a finales de agosto, Sarkozy ya advirtió a Merkel de que iba a comenzar una cruzada para que los ejecutivos de las grandes corporaciones vinculen sus salarios no sólo a las ganancias, sino también a las perdidas. Es decir, que cuando la empresa que gestionan pierda dinero, los salarios de sus principales jefes también caigan en una proporción adecuada. Sarkozy se lo propuso a Merkel en el encuentro de finales de agosto y acordaron que en la próxima cumbre del G-20, el 24 y 25 de septiembre en Pittsburg (EEUU), lograrán que se avance en ese y en otros sentidos sobre la regulación de las bonificaciones de los directivos.
También el primer ministro británico Gordon Brown ha decidido unirse a esa cruzada contra los espléndidos bonus de los banqueros, que además ya están presentando resultados excelentes. Tan excelentes que llegan a irritar al ciudadano de a pie, que aún no ha logrado un crédito para su pyme o renegociar su hipoteca.
Zapatero apoyó rápidamente a Sarkozy y Merkel para controlar los bonus de los ejecutivos y hace unos días, los ministros de Economía de España, Italia, Suecia, Alemania, Francia y el presidente del Eurogrupo, Jean Claude Juncker publicaron otro escrito con la misma idea de que no se repitan prácticas tan nefastas, porque a lo largo de estos 12 meses, en cuanto las grandes corporaciones han vuelto a ganar dinero, los bonus de sus primeros ejecutivos han regresado a los mejores tiempos. Y Obama ya ha avisado de que no tolerará nuevos excesos en la banca. Como dijo Pedro Solbes, el ex ministro que hoy deja el Parlamento, está claro que para refundar el capitalismo falta mucho todavía.
Fuente: Soitu
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